Explorando el entorno más allá de los sentidos: De Borges a la neurociencia
por María Soledad Aguilar
La educación es un viaje mágico y enigmático, donde los niños exploran el mundo que les rodea con ojos curiosos y mentes abiertas. Pero, ¿qué implica que esta exploración vaya más allá de los límites de los sentidos? En su vasto repertorio de pensamientos, el famoso escritor argentino Jorge Luis Borges planteó que nuestra percepción de la realidad debe trascender los confines sensoriales. Esta idea no solo abre las puertas a una comprensión más profunda de las relaciones humanas, sino que también se alinea con planteamientos científicos modernos sobre la percepción y la educación infantil.
La infancia es un período de descubrimiento incesante, donde los niños observan, experimentan y asimilan el mundo que los rodea. Pensar en esta exploración de una manera más profunda. Sugiere que podemos percibir mucho más que solo lo que nuestros sentidos nos muestran, que hay un tejido invisible de emociones y energías que se oculta bajo la superficie de lo observable. En la educación, esto cobra vida a medida que los niños aprenden a identificar no solo la información visible, sino también las sutilezas de la interacción humana. Pueden sentir la calidez de la buena voluntad, la frialdad de la indiferencia y la densidad de la hostilidad, incluso cuando estas emociones no son expresadas abiertamente.
Las insinuaciones de Borges se entrelazan de manera sorprendente con los avances científicos actuales en la percepción humana. La neurociencia nos ha demostrado que nuestro cerebro es un intérprete activo de la realidad, construyendo nuestras experiencias en función de una combinación de estímulos sensoriales, experiencias pasadas y procesos cognitivos. Nuestro sistema nervioso capta señales más allá de lo que nuestros ojos ven o nuestros oídos oyen. La educación, por lo tanto, no solo debe centrarse en la transmisión de información, sino también en el desarrollo de la inteligencia emocional y la empatía, para que los niños puedan aprender a sintonizar con esas señales sutiles, creando así una comprensión más profunda del mundo y de los demás.
La educación debe convertirse en un proceso multidimensional, donde se promuevan habilidades como la empatía, el pensamiento crítico y la capacidad de leer entre líneas. Además, la educación puede inspirar a los niños a explorar más allá de sus sentidos físicos, nutriendo su intuición y su conexión con su entorno. A medida que exploramos la vida a través de los ojos de un niño o una niña, nos damos cuenta de que hay capas invisibles de significado que enriquecen nuestras experiencias. La ciencia respalda la idea de que nuestra percepción es mucho más que la suma de nuestros sentidos, y la educación debe reflejar esta comprensión. Al nutrir la capacidad de los niños para sintonizar con las emociones que impregnan la realidad, podemos prepararlos para ser pensadores sensibles y empáticos en un mundo complejo y enigmático.