El valor de fomentar la empatía en la niñez en sociedades convulsionadas
por María Soledad Aguilar
Vivimos en en una sociedad que nos propone diversos retos, solo basta ver las noticias para darnos cuenta de problemas ambientales, inseguridad, injusticia, enfermedades que se propagan alarmantemente rápido.
Podría ser que la sociedad actual está sufriendo un cansancio emocional, esto nos llevaría a disminuir nuestra capacidad de reaccionar empáticamente con los demás. Estamos afrontando la era de la información; todos tenemos acceso al alcance de un click y a veces parece más fácil ignorarlo todo. No es cuestión de abrumarse con tanta información y terminar por sufrir la denominada fatiga por compasión, ni tampoco es cuestión de dejar de oírlo y simplemente ignorarlo el punto de equilibrio es la empatía; esta es una habilidad imprescindible en el mundo actual para poder relacionarnos asertivamente con los demás.
La escuela y el hogar deben convertirse en espacios para proponer soluciones y superar los retos mencionados anteriormente no sólo fomentando las competencias cognitivas como el desarrollo del razonamiento crítico, de habilidades lingüísticas y de solución de problemas sino también el desarrollo de la empatía, es decir ser capaz de ponerse en los zapatos del otro. Aunque los niños de forma innata desarrollan las habilidades empáticas, este proceso de desarrollo, depende en gran medida de las posibilidades de socialización, de la interacción con sus padres y adultos significativos y de las pautas empáticas que ellos manifiesten.
La empatía contribuye en el comportamiento prosocial pues es la capacidad de comprender los sentimientos y emociones de los demás reconociendo la igualdad del otro y es una habilidad que podemos desarrollar desde edades muy tempranas.
Tal vez el panorama actual nos debe hacer reflexionar de la importancia de la empatía en nuestra convivencia con hijos, estudiantes, niños y adolescentes; para que ellos sepan desarrollar esta habilidad al momento de interactuar socialmente.
Lo primero que debemos tener en cuenta para mostrarnos empáticos es entender que nuestro punto de vista no es el único válido y que no siempre tenemos la razón. Cuando el niño no nos entiende, aunque lo expliques mil veces, mantén la calma y no te enfades, trata de adaptarte a su modo de pensar, de aprender, mira desde sus ojos y explícale desde esa perspectiva.
Evita criticar, juzgar o etiquetar al niño, da una observación a la conducta, pero no a su ser y ayúdale a moldear y mejorar dándole alternativas positivas. Verbaliza tu comprensión, dile: “Te entiendo….” “Comprendo….”. Escucha abiertamente, y con calma. No interrumpas, no des por hecho antes de que te explique. Para entenderlo mejor, observa mucho y pregunta mucho.
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